De forma excesivamente resumida podemos decir que Platón
describió el amor verdadero en su obra El Banquete como el deseo que se orienta
al conocimiento apasionado, puro, y desinteresado de la esencia de la persona
querida, más allá de la belleza física y espiritual. Eso situaba por ejemplo al
amor fuera de los deseos sexuales y posiblemente por eso la idea del amor
platónico fue transformándose hasta el concepto que describe hoy este tipo de
amor.
Imagen de Jesus Solana en Flickr (CC BY 2.0)
¿Quién no ha tenido
alguna vez un amor platónico?
Un amor que creemos imposible en el que no
podemos dejar de pensar. Te levantas y
ahí está, en tu cabeza
, la persona amada. Estás en esto o en aquello y ese
amor sigue en tu corazón, alegrándolo a la vez que lo hace temblar mientras
late de una forma loca. Y te acuestas y te duermes, si puedes, y sueñas con que
esa persona llegue y te bese y te diga que siempre ha estado enamorada de ti.
¿De quién nos
enamoramos platónicamente? De alguien lejano aunque lo tengamos al lado
,
alguien que creemos inalcanzable aunque esté a nuestro alcance. Amigo, amiga,
conocido o desconocido, alguien famoso, alguien a quien no conocemos, conocemos
a penas o alguien demasiado cercano. Amor platónico, amor idealizado, donde los
sueños son siempre felices, donde todo es alegría pero donde nada es verdad más
allá de nuestros deseos, de lo que sentimos.
Hattield y Walster definían el amor no correspondido con la ansiedad o la desesperación. Y el
amor platónico es un amor no correspondido que juega entre la desesperación y
la esperanza, entre la ansiedad y la ilusión. Y es esa unión entre emociones negativas
y emociones positivas lo que provoca el enganche, una de cal y una de arena. Miedo
a hablar con él o con ella, miedo a que se note, a que se descubra nuestro
amor. Ansiedad porque el amor se convierta en un amor correspondido, porque la
otra persona descubra nuestro amor y nos diga que siente lo mismo.

¿Pero un amor
platónico puede dar lugar a un amor real?
Sí, aunque cualquier parecido con
la realidad puede ser pura coincidencia. Un amor platónico no asegura un amor
feliz ni tampoco creo que lo perjudique. Recuerdo mis amores platónicos con
cariño, aunque me hicieran sufrir, pero me hicieron vivir, sentir y soñar. ¡Que vivan los amores platónicos!
Siempre y cuando no duren mucho…