¿Alguna vez has pensado lo feliz que serías si tuvieras una
casa más grande o un chalet en las afueras? ¿O lo feliz que serías si pudieras
vivir todo el día tumbado frente a una playa sin tener que trabajar? ¿O un
cochazo, un jacuzzi para ti solo, o dinero para comprarte todo lo que
quisieras?

Pues la respuesta es fácil, serías igual de feliz que lo
eres ahora. No solo pasa con las cosas buenas materiales, pasa con todas las
cosas buenas. Los seres humanos nos acostumbramos a lo bueno, es así de fácil.
Si mañana nos tocara la lotería seríamos más felices durante un tiempo, igual
que si conseguimos la casa de nuestros sueños, pero pasado unos meses o un año,
todo volvería a ser como antes.
La adaptación hedonista no tiene nada que ver con si los
ricos o los que más tienen esto o aquello son más felices (sobre eso ya sabemos
mucho y ya hemos hablado en Corazones Inteligentes alguna vez). Tiene que ver
con una realidad, nos acostubramos a lo bueno, con igual facilidad que nos
acostumbramos a lo malo. Y tampoco tiene que ver con no tener sueños, con no
desear, con no tener expectativas. Tiene que ver con el error de creer que esas
cosas que queremos son las que nos van a dar la felicidad.
A mi me encantaría que mañana me tocara la lotería a pesar
de que no creo que todos los sueños sean caros. Pero estoy seguro que después
de una gran explosión de alegría, mi vida y mi felicidad dependerían de mí y no
tendría más fácil ser feliz que antes, así lo dicen las investigaciones
científicas
. Lo que no tiene sentido es poner la esperanza en conseguir
todas esas cosas fantásticas que creemos que podremos conseguir con un poco más
de suerte o de dinero. La felicidad es un trabajo del aquí y el ahora, la
felicidad es algo interior, no podemos esperar a ser felices a cuando tengamos…
Imagen de 401(K) 2012 en Flickr (CC BY-SA 2.0 )