A través de la práctica de técnicas concretas podemos desarrollar y aumentar nuestra inteligencia emocional. Es decir nuestras habilidades para percibir y reconocer nuestras emociones y las de los demás; comprenderlas y regularlas con tu su complejidad; y dirigiendo y manejando nuestras emociones y manejando las situaciones sociales en las que nos encontramos.
El modelo de habilidad de Mayer y Salovey se centra de forma exclusiva en el procesamiento emocional de la información y en el estudio de las capacidades relacionadas con dicho procesamiento. Desde esta teoría, la IE se define como la habilidad de las personas para atender y percibir los sentimientos de forma apropiada y precisa, la capacidad para asimilarlos y comprenderlos de manera adecuada y la destreza para regular y modificar nuestro estado de ánimo o el de los demás. Desde el modelo de habilidad, la IE implica cuatro grandes componentes:
• Percepción y expresión emocional: reconocer de forma consciente nuestras emociones e identificar qué sentimos y ser capaces de darle una etiqueta verbal.
• Facilitación emocional: capacidad para generar sentimientos que faciliten el pensamiento.
• Comprensión emocional: integrar lo que sentimos dentro de nuestro pensamiento y saber considerar la complejidad de los cambios emocionales.
• Regulación emocional: dirigir y manejar las emociones tanto positivas como negativas de forma eficaz.